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La Awen y los tres grados de iniciación celta

 

 

«El señor me dará la dulce Awen como si desde el caldero de Ceridwen»

Llywarch ap Llywelyn, poeta del siglo XII

 

La cita que da entrada a este apartado recoge la tradición de la Awen, la llamada iniciación bárdica. Este sustantivo femenino, Awen, ha sido traducido como ‘inspiración’‘musa’‘genio’, e incluso como ‘frenesí poético’. La palabra en sí se forma por la combinación de dos palabras, aw, que significa ‘fluidoflujo’, y en, que significa ‘principio vivoserespíritu,esencial’. Así que se puede traducir como ‘esencia fluida’ o ‘espíritu que fluye’.

La iniciación bárdica de la Awen aparece en el mito de las manos de Ceridwen ‘la regenta de los bardos’. La versión de la leyenda en la que aparece registrada es la del cuento de Chwedl Taliesín, manuscrito del s. XVI que contiene material mucho más antiguo, probablemente incluso del siglo IX.

La leyenda dice así:

Ceridwen,  vive en mitad del lago Bala, en Powys (País de Gales), junto a su marido, Tegid Moel (‘hermoso calvo’) y sus tres hijos: Morfran (‘cormorán’); Creirwy (‘huevo de cristal’), la más bella doncella del mundo; y Afagddu (‘total oscuridad’), el menos favorecido de los hombres. Para compensarle su tremenda fealdad, Ceridwen decide hacerle sabio preparándole un brebaje mágico en su caldero de inspiración (es decir, la Awen). El brebaje debe prepararse a lo largo de todo un año y un día, y Ceridwen pone a dos personas a cuidarlo mientras ella sale a recoger hierbas: un ciego llamado Morda (‘buen mar’ o ‘gran bien’), y un niño llamado Gwion Bach (‘pequeño inocente’). Durante el último día, tres gotas del líquido del caldero le salpican, quemándole el dedo. Lo mete en la boca y al instante gana los tres dones de la inspiración poética, la profecía, y el poder cambiar de forma a voluntad.

Con su don de la profecía, Gwion sabe que Ceridwen intentará matarle por haber probado lo que estaba destinado a su hijo, así que usa su don de cambiar de forma para huir en forma de liebre. Ceridwen le persigue en forma de galga, así que él se convierte en pez. Ella se convierte, a su vez, en nutria. El se hace pájaro, ella, halcón. El se convierte en un grano más de trigo entre los del suelo del molino, ella, sin embargo, convertida ya en gallina negra, le engulle.

Después de nueve meses, Gwion vuelve a nacer del vientre de Ceridwen, quien no puede contemplar su asesinato ‘debido a su gran belleza’, así que le ata dentro de una bolsa de cuero y le lanza al mar en la víspera de Mayo. El primer día de Mayo por la mañana, la bolsa es descubierta en un apostal de pesca, y abierta. La primera persona en contemplar al hermoso bebé dentro de la bolsa dice ‘»Mirad, una frente radiante!». Y es así que el niño recibe el nombre de Taliesín, que en galés significa ‘frente radiante’. Taliesín, a pesar de tener tan tierna edad, es capaz de improvisar unos versos perfectos por virtud de la Awen recibida del caldero de Ceridwen. Más tarde logrará la fama como jefe de los Bardos de Gran Bretaña.

 

Cuando el protagonista del cuento, Gwion Bach, se mete el dedo en la boca, al instante gana los tres dones, el de la inspiración poética, la profecía, y el poder cambiar de forma a voluntad. Las tres gotas del líquido del caldero se convierten en el primer escalón hacia los tres dones de los iniciados celtas.

Así, a lo largo de su viaje iniciático, Gwion encuentra tres recipientes transformadores: el caldero, el vientre, y la bolsa de cuero de la cual finalmente sale como Taliesín. Los tres recipientes representan a una serie de iniciaciones a los tres grados de bardo, vate y druida. La bebida del caldero abre la mente del bardo al don de la Awen, la estancia en el vientre de la diosa da al vate sabiduría para entenderlo, la prueba de ser abandonado al mar dentro de la bolsa de cuero capacita al druida para poder conquistar el último miedo, el de la muerte. Por tanto, los dones concedidos a Taliesín por las gotas mágicas del caldero equivalen a los tres grados de inspiración poética (invocación a las musas) para los bardos, la profecía para los vates, y cambiar de forma para los druidas.

Estos tres grados son descritos por Jean Markale en su libro titulado El cristianismo celta, donde nos dice que la clase druídica incluía las siguientes tres categorías funcionales:

“El lo alto de la jerarquía se encontraban los druidas propiamente dichos: eran los verdaderos sacerdotes, celebraban el culto, impartían justicia, se entregaban a especulaciones filosóficas y teológicas y, por su conocimiento de de las ciencias de la naturaleza, practicaban la medicina. Una segunda categoría era la de los bardos, en primer lugar poetas de la corte, encargados de la alabanza y la reprobación, cronistas oficiales, cantores, árbitros en los conflictos privados, operadores de ese ritual mágico que es la sátira, el encantamiento, el geis irlandés. La tercera categoría es la de los vates, es decir, los adivinos; éstos practican la adivinación, el arte augural, la interpretación de la naturaleza, y son también los sacrificadores”.

 

El segundo regalo que concede el caldero es el de la profecía mediante la Awen, perteneciente a la tercera categoría de Markale; este tipo de profecía tal y como fue practicada es descrita por Giraldus Cambrensis en su Descripción de Gales, escrita hacia finales del siglo XII:

«Entre los Galeses hay ciertos individuos llamados Awenddion que se comportan como si estuvieran poseídos. Cuando les consultas acerca de algún problema, de inmediato se ponen en trance y pierden el control de sus facultades […] No contestan a la pregunta que uno les hace de manera lógica. Las palabras fluyen de sus bocas de manera incoherente y aparentemente sin sentido, pero aún así bien expresadas, y si escuchas atentamente a lo que dicen recibirás la solución a tu problema. Cuando vuelven en sí, no se acuerdan de nada de lo que hayan dicho mientras tanto […] Parecen recibir el don de la adivinación a través de visiones que ven en sueños. Algunos tienen la impresión que la miel o leche azucarada ha sido frotada en sus labios, otros dicen que una hoja de papel inscrita de palabras es apretada contra sus labios. Nada más salir de su trance y recuperarse de sus profecías, eso es lo que afirman que les ha pasado […]  Si se pregunta por qué intervención sobrenatural tales profecías se hacen posibles, no digo necesariamente que sea por brujería o por la intervención de espíritus malvados. Es cierto que el conocimiento de lo que trae el futuro se dice que es propiedad tan sólo de Dios, porque solamente él puede predecir el futuro por virtud de su omnisciencia, libremente dispensada desde arriba […] No debe de extrañar a nadie  si los que de repente reciben el espíritu de Dios como señal de gracia del cielo parecen durante una temporada haber perdido el uso de su razón.»

 

En la tradición de los bardos irlandeses, el equivalente más cercano a la Awen es Dan, o Dana, un término que tiene varios significados relacionados, incluyendo ‘un don, tesoro, don espiritual u ofrenda’, ‘arte, ciencia, vocación‘, ‘el arte de la poesía‘, ‘poema’ o ‘canción.’

En Irlanda, el término Aos Dana (literalmente ‘la gente del arte’) denominaba a cualquiera que practicaba las artes bárdicas. Sin embargo, la diosa más asociada con el orden de bardos en Irlanda es Brighid, cuyo nombre significa ‘Doncella,’ o ‘Mujer Bella,’, aunque también se puede interpretar como ‘el Poder del Destino’.

Brighid o Brigantia la exaltada es la diosa de los profetas entre los celtas, y fue asociada por los romanos a Minerva, ya que ambas son diosas de la sabiduría y de la inspiración. Brigid es también la diosa de la sanación, estableciendo un vínculo entre profetas y chamanes, ya que sanar es una de las funciones del chamán.

Pero esta realidad mitológica que acabamos de describir se correspondía a una Irlanda precristiana, ya que los druidas poseedores del Dan habían degenerado mucho antes de la llegada de san Patricio, y según parece, ya no eran más que magos. Este hecho favoreció la aparición de una cuarta categoría, la de los fili, que a modo ‘druidas de transición’, recuperaron a la vez el conocimiento de los druidas y las funciones de los bardos, al haber sido éstos despreciados en época muy temprana.

En la época de san Patricio, estos fili eran todopoderosos, y el acierto de Patricio y sus sucesores fue concluir una verdadera alianza con ellos contra los druidas y los adivinos. Estos fili se convirtieron en su mayor parte y constituyeron el esqueleto de la nueva casta sacerdotal cristiana, llegando a ser incluso obispos.