Jean Markale: la adquisición de la Awen (II)
La recuperación de un objeto mágico de la cueva de un mago, o el robo de un objeto a una mujer mágica, abren paso a la iniciación del grado más alto en el sacerdocio celta, el de druida.
El antiguo céltico druwides, se descompone fácilmente en dos elementos: el primero es dru-, prefijo superlativo (que ha dado el adverbio francés très), y el segundo es –wid, de una raíz indoeuropea que ha dado el griego idein, ver y el latino videre, ver, saber. Literalmente los druidas son pues “muy videntes” o, sin ninguna contradicción, “muy sabios”.
La imagen del druida en lo alto de un roble se ha convertido en un lugar común sin justificación etimológica directa. Pero no obstante existe una relación muy sutil entre el druida y el árbol. En todas las lenguas célticas, las palabras que hacen referencia a la ciencia y las palabras que hacen referencia al bosque provienen de la misma raíz indoeuropea: así, el galo vidu, “bosque”, cuyos derivados son coed en galés y koad en bretón-armoricano (koed en dialecto de Vannes), está estrechamente ligado a la raíz que ha dado el videre latino y el idein griego y, por consiguiente, al nombre mismo de los druidas, druwides.
Jean Markale atestigua que esta ambigüedad vuelve a parecer en otras lenguas indoeuropeas, especialmente en el alemán antiguo, a propósito de Wotan-Odín. Los mitólogos alemanes ven en este nombre la raíz wut, que significa “furor sagrado”, atributo que encaja con el carácter atribuido al Odín de las sagas nórdicas, quien se convierte voluntariamente en tuerto y permanece colgado de los pies de una rama del árbol para adquirir el don de la doble visión. Además, la raíz germánica wut presenta una extraña analogía con la palabra inglesa wood, “bosque”. Wotan-Odhin es el dios del saber, el dios-mago por excelencia, lo cual nos lleva a pensar en el personaje de la mitología galesa, igualmente sabio y mago, que se llama Gwyddion, hijo de la diosa Don. El nombre Gwyddion, aunque nos remita a la raíz céltica gwid, que significa “ciencia”, también puede proceder de la raíz del vidu galo.
Junto a Wotan y Gwyddion, existe un tercer personaje que comparte sus atributos. Se trata del famoso mago Merlín, cuya leyenda escrita a partir del siglo XII nos lo muestra como un chamán, hijo de un diablo, más concretamente de un demonio íncubo, y de una jovencita piadosa. Según Jean Markale, Merlín es un ser doble, a la vez diabólico y angélico, producto de dos fuerzas antagónicas, contradictorias. Merlín es el hijo del Bien y el Mal, hijo de las Tinieblas y de la Luz, y su santuario es el bosque sagrado de los druidas donde, tras haber difundido su palabra en el mundo, se retira en compañía del ermitaño Blaise, a quien dicta sus pensamientos. Ahora bien, el ermitaño Blaise lleva un nombre que desvela su verdadera naturaleza: Blaise no es sino la transcripción francesa de la palabra bretona bleiz (bleidd en galés), que significa ‘lobo’.
En muchos escritos, Merlín se presenta como el señor de los animales salvajes, capaz de mandarlos así como de comprenderlos, y algunas versiones lo muestran incluso en compañía de un lobo gris. Merlín es pues, el druida-chamán que restituye una Edad de Oro en la que los animales y los seres humanos hablaban el mismo lenguaje y donde todo el mundo tenía conciencia de la fraternidad universal de los seres y de las cosas en un universo donde no se conocía dicotomía alguna.
Jean Markale asimila al iniciado druídico con el caballero medieval que se apodera del Grial; en ambos casos, el iniciado que lleva el secreto al país de los vivos, responde al tipo del héroe de luz, de origen prometeico, al misionero que viene a despertar a quienes se dormían en la sombra, faltos de esta luz divina indispensable para la vida. Esto constituye un crimen para los del Otro Mundo, quienes quieren esa luz para sí mismos. Así pues, persiguen al iniciado, pero no pueden cruzar determinados límites.
Es esta especie de sympatheia junto al don de la doble visión, la que según Jean Markale convierte al druida en mediador entre lo visible y lo invisible y en señor del Tiempo y la profecía. Según él, el druida “posee la memoria del centro absoluto, en el corazón del útero materno, cuyos secretos conoce y, sobre todo, puede remontarse en el tiempo sin esfuerzo, o abolir el tiempo, y seguir la espiral del Juego de la Oca, o de la búsqueda, para alcanzar el origen.
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